miércoles, 17 de diciembre de 2008

MARIO WONG : La ciudad ausente (1): el crimen como solución urbana y la máquina macedoniana de relatos


In apologie du plagiat to A. Bryce Echenique

(…) «lo imité, hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio.»
J.L. Borges, «Macedonio Fernández 1874-1952», en Sur, Num. 209-210.

(…) «La marcha era suave, empezaba a anochecer y toda la ciudad estaba iluminada. Se puso los walkman. Sonaba Crime and the City Solution. En el techo de algunos edificios, los reflectores barrían el cielo con un haz azul. Tenía la grabación que le había dado Renzi. Era el último relato conocido de la máquina.»
Ricardo Piglia, op.cit., pp. 29-30


Macedonio Fernández es uno de los más grandes escritores rioplatenses, perteneciente a la vanguardia artística-literaria que surge en Europa en el periodo de entreguerras. La novela del museo de la Eterna (2), su obra más importante, pone en marcha su poética literaria que consistía en postergar lo que quería contar; esta novela, constituida de prólogos a un texto que se posterga (y que «se escribe», al mismo tiempo), es la matriz de la producción de relatos que circulan conspirativamente en La ciudad ausente. La producción de relatos de la máquina macedoniana estructura la trama laberíntica de la novela; en ella se mimetizan las historias contadas, recurriendo al género policial; a la existencia del complot (3) para desactivar la máquina. No se trata, pues, de un crimen privado sino de los múltiples enemigos -ligados de diversas formas al poder del Estado-, que persiguen ese fin. Así, todos los personajes que aparecen -empezando por Junior, el periodista de El Mundo que investiga sobre la máquina, Julia, Ana, Russo y a otros, a quienes encuentra en su búsqueda-, como en la novela negra, se hallan atrapados en la red libidinal de los relatos; viven, también, la violencia poliforme que recorre la historia de un país como Argentina.
La narrativa de R. Piglia en La ciudad ausente se asume en el borde del mundo, en la frontera del lenguaje; en esos puntos ciegos de la experiencia de lo que casi no se puede transmitir: ¿Cómo un escritor puede contar la locura, la ausencia, la muerte? ¿qué puede hacer el lenguaje con la experiencia innarrable (4) del horror? En el Tractatus Wittgensteins sostuvo que de aquello de lo que no se podía hablar había que callarlo. Pero, el lenguaje aunque pueda ser indecible, tiene la capacidad de mostrar; es uno de sus rasgos más esenciales. Pese a que R. Piglia haya pensado, en sus ensayos (5), sin duda esto -porque está intimamente ligado a la creación- y formulado provocativamente más de una hipótesis interpretativa (y dentro de la ficción, que como razonamientos tienen siempre que aparecer como falsos) sobre el lenguaje y la escritura, en La ciudad ausente no se trata del funcionamiento del discurso conceptual sino de la producción de relatos dentro de la ficción literaría, esto es, de la machine littérature en su expresión novelistica.

1.- El museo de la Eterna y los nudos blancos de la memoria

En Respiración artificial, su primera novela -y también en sus ensayos-, Piglia ha insistido en el rol de la «copia», del doble, de la traducción de textos literarios en el surgimiento de la literatura ríoplatense; que R. Arlt se forjó todo un estilo literario a partir de la lectura de traducciones. Y sabemos que rol juega la traducción en el proyecto narrativo de J. L. Borges desde su relato «Piérre Menard, autor del Quijote» (6) (y en manuscritos en inglés «encontrados», como en las ficciones «Tlön, Uqbar, Obis Tertius» y «El informe de Brodie»). La ciudad ausente retoma esta temática; la máquina es, en su primera versión, un ingenioso sistema para traducir: «El sistema era bastante sencillo, parecía un fonógrafo metido en una caja de vidrio, lleno de cables y de magnetos. Una tarde le incorporaron William Wilson de Poe para que lo tradujera. A las tres horas empezaron a salir las cintas de teletipo con la versión final. El relato se expandió y se modificó hasta ser irreconocible. Se llamaba Stephen Stevensen. Fue la historia inicial. Más allá de sus imperfecciones sintetizaba lo que vendría. La primera obra, había dicho Macedonio, anticipa todas las que siguen. Queríamos una máquina de traducir y tenemos una máquina transformadora de historias. Tomó el tema del doble y lo tradujo. Se las arregla como puede. Usa lo que hay y lo que parece perdido lo hace volver transformado en otra cosa.» (R. Piglia, op. cit., pp. 41-42). Además de que aparece aquí el tema del doble, lo que me interesa subrayar es la «originalidad de la copia» en la metapoética piglio-macedoniana, que es la de la máquina literaria, en la construcción de los relatos en toda la novela.
Muerta Elena Obieta, la mujer de Macedonio Fernández, todo lo que hizo éste -la invención de la máquina ante todo- estuvo destinado a hacerla presente: «Ella era la Eterna, el río del relato, la voz interminable que mantenía vivo el recuerdo. Nunca aceptó que la había perdido. En eso fue como Dante y como Dante construyó un mundo para vivir con ella. La máquina fue ese mundo y fue su obra maestra.» (Piglia, op.cit., p. 46). La máquina macedoniana, como «El Aleph» de Borges se propone eternizar el recuerdo de una mujer, (Beatriz Viterbo en el famoso relato borgiano; la referencia dantiana es evidente) , y anular así la presencia de la muerte; es un «aparato» que a través - y esta es la versión literaria, ficcional, de R. Piglia sobre la poética de Macedonio Fernández - de la transformación de las historias busca eliminar la muerte; esto en un flujo narrativo infinito, en un río eterno de historias (como «Las mil y una noche») contra el olvido, para recuperar la memoria de lo que se creía perdido; de poder restituirlo en las formas fragiles de los relatos, como esas historias que contaban en el el campo los viejos en la noche.
«El duelo de Macedonio por la muerte de Elena, fuerza motriz generadora de relatos, instala aquí la figura del origen como pérdida.» (7). La máquina literaria se convierte en un desafio al futuro en la batalla de imaginarios; es por eso que existe un complot para desactivarla, lo cual es imposible. Es la teoría del complot, de la conspiración, la que se halla en el entrecruzamiento de la política y la literatura en Piglia. Se conspira para que la muerte, el olvido, no triunfe; de ahí que esta «otra conspiración», para que la vida siga siendo posible, constituye la trama, metaforizada, en las historias de La ciudad ausente.
El «tema» de la ciudad ausente se halla en el cruce de todos los relatos que circulan; narran o nos dicen siempre algo de la ciudad destruida, en ruinas, atravesando un periodo de duelo. Dramatizan la ausencia, la desaparición y la muerte y, también, la despersonalización que se vive en la época posdictatorial; toda la locura de los seres que han perdido sus nombres. Dicha pérdida conlleva el encierro; la experiencia paranoica de la Clínica, vivida como prisión - Prisión perpetua, es otro de los títulos de Piglia-,como ciudad internalizada, opresiva, poblada de personajes delirantes, Elena y el Tano (éste que decía ser del R.P.R., cuando el R.P.R. ya no existía mas), que ven lo que quieren ver, y que se hallan en fuga para intentar llegar a la isla de Finnegans. Se trata de los nudos blancos de la memoria; de esas zonas de condensación cerebral en que actúa la manipulación psiquiátrica-policial (para dar con el paradero de Mac, ¿Macedonio?). Cito: «Tenía miedo de que los médicos la inyectaran para anestesiarla y la llevaran a operar. Entonces podrían procesar su memoria y desgrabar la información. Mientras ella estuviera en la máquina, podía vencer la materia y resistir.» (Piglia, p. 74)

La ciudad como prisión y manicomio -que proviene del Buenos Aires dostoievskiano de las novelas de Roberto Arlt-, en que la policía se internaliza en cada ser (no se sabe quién es quién), tiene en Piglia su contrapartida en los personajes que conspiran para mantener activa la máquina macedoniana de relatos; para crear nudos blancos a partir del origen de las formas y de las palabras (Piglia, p. 146); es la condición de la existencia y la creación de nuevos relatos. Una posible salida de la machine littéraire a todos los mecanismos de control y de manipulación mental del Estado psiquiátrico-policial; de la posibilidad de fuga hacia afuera -frente a una realidad perversa, falsificadora, paranoide-, en el sueño y el imaginario que para Macedonio Fernández define el universo lo mismo que el ser. Entrar en una especie de utopía literaria de la desaparición, del doble, del abandono del nombre propio - «Yo no me llamo Stiller», en la novela del escritor suizo Max Frisch -, de la conquista del anonimato.
La proliferación de relatos en La ciudad ausente es parte de la conspiración; la máquina narrativa se halla al servicio del deseo conspirativo. La política en la novela «se juega en el concepto de lo político en cuanto narrativa secreta y paranoica.» (8). Nos encontramos en el laberinto infinito de historias fantasmales; de todas las combinaciones posibles que se cuentan, como si se tratase de una pesadilla.

2.- El relato de los pájaros mecánicos y el doble

Saber como opera la máquina de macedonio es investigar sobre los relatos; el relato del doble -en tanto que fragmento proveniente de otras obras de Piglia- como enigma a descifrar y, también, como expresión de la realidad paranoide que invade toda la ficción pigliana; el relato de la «mujer-máquina», Elena (¿Elena Obieta, la mujer de M.F.?), en la lectura psiquiátrica-policial de la primera parte de la novela. Indiscutiblemente, el modelo de extrañamiento es el cuento de Borges “El Aleph”; se produce el desplazamiento, la distancia que hace posible contar. La machine littéraire nos narra sin fin; ese narrar implica el forzamiento del lenguaje, en el límite (9).
Si en la literatura el concepto de verdad es no pertinente, ya que se impone la permeabilidad entre lo real, determinado por lo posible, y los mundos imaginarios en que se inscribe el poder de lo ficcional; las brechas en el tiempo, los plieges en el espacio (Cortazar). Se crea el levísimo engarce, el cristal, que hace que aparezca la otra realidad (la replica de B.A., como el doble de la locura, construida por un fotógrafo en el barrio de Flores (10). «El contacto y el hábito de Tlön -escribe Borges- han desintegrado este mundo (…)”; como en «Tlon, Uqbar …», la irrupción de lo imaginario en lo real; la existencia de objetos del mundo Tlon, como los hrönis (verdaderos simulacros o dobles de los objetos reales). La conspiración de la «secta» para crear otro universo. El poder demiúrgico de la escritura; el doble, el otro. El doble y la máquina macedoniana de relatos (la vuelta a los textos primigenios y la desaparición de la idea del original).
«Cuando transformó William Wilson en la historia de Stephen Stevensen Macedonio tuvo elementos para construir una ficción virtual.» Aqui la temática del doble tiene que ver con los procedimientos narrativos de la máquina macedoniana, con los elementos que hacen posible la construcción de una ficción virtual. En la tercera parte de la novela («Pájaros mecánicos»), la investigación que conduce Junior, en la búsqueda del ingeniero Richter, lo lleva a créer que entre los científicos europeos exiliados en la Argentina después de la guerra (u otros que habían estado trabajando desde comienzos de siglo), «uno de ellos había sido Stevensen, estaba seguro de que ese era el nombre secreto del Ingeniero que había trabajado con Macedonio en la programación de la máquina.» (Piglia, pp. 101-102). En esta parte del texto, el doble tiene un estatuto más «real». Esto es parte de las vías «paralelas» que sigue la investigación del periodista de El Mundo; y que permiten la estructuración de las diversas historias en la novela. Así, dentro del modelo del relato policial, la búsqueda de Richter, se convierte en la búsqueda de S. Stevensen, con lo que el relato del doble es muy importante -en tanto enigma a «resolver»-, ya que al orientarse la investigación en esa doble vía, nos hace saber que en todas esas historias (o, mejor, fragmentos de historias) es siempre el otro el que habla (11).

3.- La isla de los exiliados, las lenguas y el Finnegan Wake de J. Joyce

Bob Mulligan, personaje indiscutiblemente joyceano -en su condición de bilingüe; como que es el único caso en la historia de la isla de un hombre que una vez supo dos idiomas al mismo tiempo-, encarna la tarea de la imposible traducción. Allí en la isla del Finngan Wake todos los habitantes viven y se expresan en la lengua presente, en la inmanencia de su uso en cada momento, por lo cual toda traducción ha sido abolida. El proyecto del diccionario etimológico «que incorpore las variantes futuras de las palabras conocidas», en el que han trabajado los lingüistas de la isla, se ha convertido en una especie de manual de adivinación, un nuevo Libro de las Mutaciones que -según el informe de Boas- «hace la historia del porvenir del lenguaje» (Piglia, p. 124). Mulligan ha enmudecido para siempre, porque «nadie sabía lo que estaba diciendo»; escribió un relato sobre los irlandeses que emigraron a New York, y otros relatos más, en una lengua desconocida «y después dijo que había dejado de oir» (¿las múltiples voces del F.W?). Idelber Avelar sostiene que «Mulligan representa la posibilidad utópica de traducción que podría revolucionar la vida en la Isla». Pero el traductor ha enmudecido y ha abrazado la escritura; viviendo siempre un poco apartado de los demás, embriagándose despacio en la punta del mostrador del bar, avergonzado por haberse hecho notar alguna vez, «es el traductor que sabe demasiado como para seguir intentado traducir; digamos, un traductor a priori en duelo por una tarea fracasada» (12). La melancolía se halla presente en la Isla del F.W., en este personaje joyceano que después de la muerte de la Belle Blue Boylan, su esposa, que murió ahogada en el río Liffey, «nunca se repuso ni volvió a casarse y vivió solo toda la vida.» (Piglia, p. 125); melancolía que es la de la traducción imposible.
Mulligan es el único habitante de la Isla que tiene consciencia de la Caída, después de la expulsión del Paraíso, en la multiplicidad babeliana (13) de las lenguas, en la pérdida del nombre de las cosas y, por esto en el fracaso de toda empresa de traducción. Este fracaso en la «traducción» de los relatos de Mulligan (de su existencia en la obra literaria), me hace pensar en el rechazo derridiano, en Glas, del «choix existentiel» sartreano (14) y de la traducción en todas sus formas (de la vida dentro de la obra, de la vida dentro de la literatura, de la filosofía, el psicoanálisis, etc.) en la obra de Jean Genet, aunque en la Ciudad ausente, lo repito, es la inmanencia de una sola lengua la que lo condena al silencio; ella impide todo desbordamiento del genio creativo, frena las intenciones privadas, las superposiciones múltiples de la significación debidas a la existencia de diversas lenguas en uso.
El crítico literario Jorge Fornet escribe que así «como «La muerte y la brújula» -el relato de J.L.B.- es una pesadilla en la que figuran elementos deformados por el horror de la pesadilla (…), La ciudad ausente es otra pesadilla que tras nombres bonaerenses revela, deformadas, pesadillas universales.» (15). Éstas son las sucesivas historias de la máquina macedoniana, escritas en diferentes claves, las que permiten «dar cuenta» de ese mundo psicótico del Buenos Aires posdictatorial; de esa irrupción de lo espeluznante, en su expresión fantasmática (que remite al mismo tiempo a otras ciudades del subcontinente), como si se tratase de una máquina de daños -y en eso se parecen todas a las ciudades psicóticas de Burroughs-, abstracta, malvada, «peligrosa como una mujer» (Ricardo Piglia, «Roberto Arlt. La ficción y el dinero»; en: La Argentina en pedazos, B.A., Eds. de la Urraca, 1993, p. 126). Como he señalado en este ensayo, Piglia -ante la dificultad de narrar el drama del horror, del Crimen como «solución de la ciudad»- recurre en La ciudad ausente a la especularidad, dentro de la lógica de la duplicación, a la machine littéraire que genera relatos o que se los apropia: … «la máquina termina convirtiendo en relatos suyos todas las ficciones precedentes. Prevista para traducir historias, acabó transformándolas, memorizándolas y creando nuevos textos, a partir de lo aprendido. En la máquina se realiza, además, la teoría de los mundos posibles, las variantes potenciales de la historia, o sea, no sólo la historia que fue sino también la que pudo haber sido (16). La frase de Piglia: «No se trata de ver la presencia de la realidad en la ficción (…), sino de ver la presencia de la ficción en la realidad» (Ricardo Piglia, Crítica, op. cit., p. 206), se resuelve, se hace carne, en aquellas creaciones literarias o realidades virtuales convertidas en realidades palpables. La máquina funciona -y esto es lo verdaderamente importante- como una suerte de alegoría de la literatura argentina, esa que fue armándose a partir de una estela de «plagios» y de traducciones. La ciudad ausente, al construir un museo en el que cobra cuerpo la ficción literaria, convierte en algo tangible (en un museo de novelas) lo que era una suerte de metáfora en el título macedoniano de Museo de la Novela de la Eterna.» (17).


Mario Wong

Paris, 17 de diciembre del 2008.



Notas :

(1) Ricardo Piglia, La ciudad ausente, Barcelona, Anagrama, 2003.
(2) Macedonio Fernandez, Museo de la Novela de la Eterna, Madrid, UNESCO, Archivos/ F.C.E. de España; Ed. Crítica Ana Camblog-Adolfo de Obieta (Coods.), 1993.
(3) Nos encontramos en la pura ficción paranoica pigliana; ver Sonia Mattalia, «La ficción paranoica: el enigma en las palabras»; cita de Ricardo Piglia, Seminario de la Univ de Princeton (1997), p. 111.
(4) Ricardo Piglia, «Una propuesta …»; ver Ivan Almeida, «El ensayo o la seducción del concepto»; in: Daniel mesa Gancedo (Coord.), Ricardo Piglia. La escritura y el arte nuevo de la sospecha, Sevilla, Secretaría de Publicaciones de la Univ. de Sevilla, 2006, pp. 266-68.
(5) Ricardo Piglia, Crítica y ficción, Buenos Aires, S. XX/ Universidad Nacional del Litoral, 1990.
(6) Jorge Luis Borges, Ficciones, Madrid, Alianza Editorial (« Biblioteca Borges »), pp. 41-55.
(7) Idelber Avelar, “Máquina apócrifa, alegoría del duelo y poética de la traducción”; In: Adriana Rodríguez Pérsico (Cop.;en colaboración con Jorge Formet), Ricardo Piglia: una poética sin límites, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, Universidad de Pittsburgh, Serie Antonio Cornejo Polar, 2004, p. 185
(8) I. Avelar, op.cit., pp. 196-197.
(9) R. Piglia: «sólo se puede narrar forzando el límite del lenguaje»; ver Laura Demaría, “La prolijidad de lo real: el lugar del intelectual y de la crítica”; In: A. Rodríguez Pérsico, op.cit., p. 76.
(10) Ver Jorgelina Corbatta, «Diálogo/s Saer/Piglia»; In: Rose Corral (Ed. de), Entre ficción y reflexión. Juan José Saer y Ricardo Piglia, México, El Colegio de México, 2007, pp. 90-91.
(11)«La literatura sería el lugar en el que siempre es otro el que habla.» (R.P., « Tres propuestas… ; Cit. L. Demaría, op ;cit., p. 77).
(12) Idelber Avelar, op.cit., pp. 192-193.
(13) En base a l’hypothèses d’ «alterité», de metainformación o de la no información George Steiner sostiene, en Après Babel, que: (…) «Il n’est pas impossible qu’on ait interpreté à tort le Mythe de Babel. La tour ne coinciderait pas avec la disparition d’un monisme privilégié, d’un état d’universalité linguistique. L’affolante prodigalité des langues existait depuis longtemps et compliquait l’exécution des entreprises humaines; c’est en essayant d’édifier la tour que les nations sont tombées sur le grand secret: la compréhesion véritable n’existe qu’avec le silence. Elles se sont mises à bâtir sans un mot et c’est là qu’était le danger qui menaçait Dieu.» (G. Steiner, Après Babel, París, Albin Michel, 1978, pp. 263-64.
(14) Ver Charles Ramond, «Déconstruction et littérature (Glas, un guide de lecture)» ; in : C. Ramond (Coo.), Derrida: la déconstruction, París, Presses Universitaires de France, 2005, pp. 102-103.
(15) Jorge Fornet, El escritor y la tradición. Ricardo Piglia y la literartura argentina;Buenos Aires, F.C.E., 2007, p. 160.
(16) Las nociones de mundos posibles, realidades contrafácticas, etc., asociables con la realidad virtual, han sido estudiadas -mucho antes del influjo de la informática- por la lingüistica y la filosofía del lenguaje. Vease, por ejemplo, el libro de Saul Kripke, El nombrar y la necesidad; México, UNAM, 1985.» Nota a pie de página N° 24 del libro citado de Jorge Fornet.
(17) Jorge Fornet, op.cit. , p. 206.